Una iglesia con vida propia
Si cuidar de vuestro propio jardín puede llegar a convertirse en una experiencia extrasensorial, ¿os imagináis lo que puede dar de sí cultivar una iglesia? Sí, sí. Plantando, regando y podando es como Barry Cox creó la New Zealand’s Tree Church.

Después de viajar por el mundo y convertirse en un experto visitador de iglesias, Barry Cox decidió construir un espacio único donde los conceptos de religión y naturaleza se unieran de una forma mucho más fluida.

La hizo florecer a partir de árboles que él mismo trasplantó: eligió diferentes variedades y las plantó imitando la forma de una iglesia. Para las paredes utilizó leptospernums por su color rosa palo y el techo lo fabricó con alisos que, gracias a su escaso follaje, dejan entrar la luz de forma natural en el espacio.

Hoy en día, la iglesia está abierta para bodas y eventos y tiene capacidad para acoger hasta un centenar de invitados. En los terrenos de Cox también se puede pasear por los jardines y por un laberinto de estilo medieval.
Con una iglesia así, cualquier Don Juan se replantearía lo de casarse.